miércoles, 27 de octubre de 2021

NINGUNA ESPERANZA


En la difuminación estética que ha sufrido Podemos a lo largo de su trayectoria, mi único referente de ese movimiento que nació en la calle siempre ha sido Alberto Rodríguez. Cuando pisó por primera vez el hemiciclo levantó un revuelo de narices fruncidas en la derecha (la asquerosa de Celia Villalobos comentó que traía piojos en las rastas cuando todo el mundo sabe que en las rastas solo se crían acordes de reggae) y también en la izquierda de los domingos del PSOE, la izquierda arreglada, por no decir amañada. Un tipo alto y vehemente con acento canario que destacaba como una araña en un plato de nata (Chandler) en el ambiente pitiminí /mafioso del Congreso. Ahora lo echan de su escaño por una patada fantasma a un policía hace unos años. Una fantasía judicial indemostrada como tantas otras con las que acosan y siguen acosando a los insolentes niñatos bolivarianos. Alberto se ha largado de Podemos. Podemos se ha largado de Alberto. En la decadencia de las vigilias de la Puerta del Sol contra los chorizos de la política y la política de los chorizos, nos queda el espectáculo de una pelea de rubias en el barro por ver quién de las dos es la que taconea más fuerte en las reuniones de los empresarios para peinarle el vello púbico a la tranca de la Reforma Laboral. Una pena que el volcán de la Palma no tenga un primo en la Carrera de San Jerónimo. Los leones de las Cortes harían de podencos abandonados. Los rescataría Bertín Osborne. Ninguna esperanza.