sábado, 17 de septiembre de 2011

CUADERNO DE ROMA (y 22)




Y también nos trajimos arroz italiano, orégano, pimienta negra, laureles de Ostia, las botas destrozadas y, ya en Madrid, dos semanas sin interrupción soñando con una gigantesca plaza romana del siglo tropocientos en la que no me sentía ningún extraño y que no estaba, NO ESTABA por ninguna parte en la Roma que vimos. Con lo cual, científicamente, todos hemos sido romanos alguna vez. Y esto era todo el Cuaderno de Roma. Para otro tipo de punto, véase el Cuaderno de Lisboa pinchando el tag subyacente.

CUADERNO DE ROMA (21)

Todo el nivelazo de una capital con su sitio para mover a la familia las tardes de domingo. Primero los romanos, los clientes, visitantes y curiosos, y luego los trabajadores del centro comercial, o sea, los inmigrantes: las salerosas cajeras de Hispania, las sugerentes dependientas galas, las silenciosas limpiadoras nubias, los secos reponedores dacios (rumanos), los gilipollas camareros británicos que se niegan a aprender latín... Y todo en el siglo II antes de Cristo. Ah, Roma, Roma...

CUADERNO DE ROMA (20)

Con esto de revisitar el cuaderno, me doy cuenta de las muchas indignaciones "santas" que me he cogido en Roma. Que si el boato, la obscenidad, la maldad de los Papas... No me sabía yo tan moralista. ¡Déjalos a los chavales en su ser! ¿Qué te importa a ti lo que hagan los hijos de puta, si son felices? ¿Y qué, si los cristianos son así de pupas y pesimistas y están siempre llorando y penando y suspirando, ay, señor, llévame pronto? Peor eres tú, que te has puesto aquí a sacar el vídeo de las vacaciones sin pedir permiso y nadie protesta, conio ya...

CUADERNO DE ROMA (19)






Muy recomendable el Chianti "Roccamena", en el restaurante Tana de Noantri. La "madriguera" de Noantri... A la derecha, según el dibujillo de arriba.




Ahí tuve la revelación (yo, al menos) de ese entrante maravilloso que es la flor de calabaza rebozada, o lo que es lo mismo: Fiori di Zucca fritti.



Pero el mejor Chianti de todos lo probamos en un L'insalatta Ricca, cerca de la Iglesia de Andrea del Valle, en el Largo dei Chiavari: Chianti San Lorenzo. Una maravilla, el santo de Lavapiés alegrándonos en Roma...


¡Y que viva internet y San Google! Un lujo para eso de las fotos que no hiciste...

CUADERNO DE ROMA (18)

Para uno de Málaga en Roma, como ir a las Fuentes del Nilo. El origen de la fritura malagueña, ese rebozado especial, remontando un olor a calamares a la romana hasta dar con su freidora en un arcén del Tíber. Y para mí que eran gitanos los que la manejaban. Como le pasó a Onetti en Uruguay cuando su jefe de redacción lo mandó a toda prisa a recibir en la estación de tren al enviado del "Osservatore Romano"... Y fue un malentendido. El que llegaba era un corresponsal del "Observatore... Rumano".

CUADERNO DE ROMA (17)

Desde el monte Capitolino buscamos sin éxito la Roca Tarpeya. No la encontramos. Normal. Estuvimos todo el rato sobre ella. Una piedra desde la que se arrojaba a los traidores a Roma. Kaput. Precipitación al vacío. Uno menos. La cosa comenzó con la propia virgen vestal Tarpeya, que traicionó a los romanos abriéndoles las puertas del Capitolio a los Sabinos a cambio de las joyas que llevaran sus soldados en el brazo izquierdo, que solían ser brazaletes de oro. Pero la chica lo pidió mal y no especificó: pidió "lo" que llevaran en el brazo izquierdo. En ese malentendido, los desagradecidos sabinos la sepultaron bajo una cascada de escudos (los de defenderse, no los portugueses), que también solían llevar en el brazo izquierdo, y luego la tiraron por el despeñadero que hoy lleva su nombre. Y hay que bajarse de ahí (despacito) para ir al Coliseo, por ejemplo, si quieres ver la propia roca, que hoy en día no es tal, sino un desmonte de narices. Chof.

CUADERNO DE ROMA (16)

Al Papa lo protege un minúsculo y vistoso ejército de oximorones en el Vaticano. Un oxímoron, como soldado o como figura retórica, es temible en lo que tiene de desconcertante. "Viento parado", "salitre dulce", "guardia suiza"... Y en la Piazza Navona, aparte de los encontronazos de piedra entre Bernini y Borromini, la desembocadura de un millón de acuarelas al caer la noche, que es el vender. También un esforzado retratista que lo intentaba con un niño de unos tres años y que no llevaba bien la fase previa del posado, que es el sentado.