lunes, 29 de abril de 2013

DE LOS AUMENTATIVOS Y DE LAS RUEDAS DE PRENSA SIN CAPITÁN


Conocí a un tipo hace bastante tiempo en Lavapiés que no aceptaba que le llamaran gay o marica. Bueno, más que no aceptarlo, no le gustaba un pelo. Ya entrado en años y siendo "visiblemente homosexual", prefería las cosas claras, según él. Maricón y punto. Sin más vueltas. Con orgullo. Y su tradición. Y no es que a "Guille" (llamémosle así) se le respetara por eso, a esas alturas de los derechos de los homosexuales y etcétera, que también. El respeto se daba por hecho. Aparte de sus dotes para el cante y el buen vino, yo apreciaba a Guille por ir de frente. Siempre. Era un tío de ley. Una noche toledana de las que suelen darse por el barrio comprobé que no sólo era un tipo legal, sino que también era valiente. En un bar con hijos de puta vendió cara su vida rompiendo un platito de café en la barra. Luego hubo sangre, pero no toda era suya. Luego hubo ambulancias, cuando llegamos nosotros, pero ninguna fue para él. Un maricón de ley que se había defendido a tajos de porcelana. Así que sé de lo que hablo cuando digo que siempre he respetado a los maricones. Y que sé perfectamente la diferencia entre un "maricón" y un "mariconazo". Un mariconazo, por ejemplo, ni siquiera tiene por qué ser homosexual. Y un mariconazo, aunque sea el aumentativo de un maricón, siempre será algo más pequeño y de mucho menos valor, y no sólo en el campo semántico. Es lo mismo que le ocurre a un "polvorón", que siempre será más pequeño que un "polvorín". O un "cojón", con frecuencia de menor tamaño que un "cojín". O un "bombón" y un "bombín", ya sea el segundo un sombrero o un achiperre para las ruedas de la bici. Esas cosas del idioma. Así pues, en castellano un mariconazo es un cobarde. Un mariconazo es un traidor. Un mariconazo es un mentiroso. Un mariconazo te deja tirado. Independientemente de las tendencias sexuales, es lo que saben todos los niños en España desde Andalucía a Galicia, por nombrar dos regiones cualesquiera. Que no te puedes fiar de los mariconazos. Qué tiempos tan lejanos y estúpidos cuando los franceses se apiadaron en Rocroi de aquel grupillo de españoles supervivientes que aún quedaban en pie en el campo de batalla, rodeados y perdidos sin remedio, y les dieron la oportunidad de rendirse, salvando sus estandartes y toda la parafernalia, porque habían peleado como jabatos. Pero aquellos hombres no podían, les dijeron sus capitanes con educación, me imagino que después de un carraspeo. Tenían un problema para rendirse. Eran tercios españoles. Los Tercios Viejos de España. Un problemilla de carácter. Un problemilla de honor. Cachis la mar. Y sí. Efectivamente. Los masacraron. Pero de pie. Qué tiempos tan lejanos y estúpidos.