miércoles, 24 de marzo de 2010

¡UN EURO PARA LA CAPA DEL CURA!

Te doy dos, pero lo capo yo...

DE MIGUEL HERNÁNDEZ Y OTROS CÓMICOS

Se acabaron las cebollas. Costillitas de dinosaurio lechal para la viuda de Miguel Hernández y su hijo. Que se harte. Por los lagartos que se comió el poeta cuidando cabras. Por las lenguas de serpiente que se oyen en su aniversario. Por la mierda de busto retaco que tiene en Orihuela. Los punkis pintarrajean uno de Franco en el otro extremo del pueblo y en represalia los fascistas arrancan la cabeza de Miguel Hernández, que queda colgando de un hierro muelle como los payasos que salen de las cajas sorpresa. Qué espanto de recuerdos en Orihuela. Un par de bares cuando estuve trabajando por allí, algunas raciones de chipirones, y poco más. Con decir que era un alivio regresar por las noches al hotel donde parábamos en Torrevieja. Joder, con Orihuela... El puto seminario en lo alto del monte, siniestro de cagarse, y el río Segura calzado con rodapiés por el centro del pueblo, apestando a orín con alegría. ¿Algo bueno por esos lares? Algo. Uno de los teatros más pintones y cucos de España: el Teatro Circo de Orihuela. "Cabo Cañaveral", como lo llaman los actores más curtidos, los de esos tiempos en los que se sabía poner un mote como Dios manda. En los años de la farándula de briega y giras con la maleta entre los dientes, las compañías de teatro testaban la reacción del público en provincias antes de estrenar cualquier obra en Madrid (palabras mayores), no fuera a ser que si el tomate. Y por lo que se sabía en la época, el mejor sitio para lanzar cualquier obra era el Teatro Circo de Orihuela. Así que para lanzamientos: Cabo Cañaveral. A cada uno lo suyo y al Teatro Circo de Orihuela su sobrenombre. Una cosita muy mona, muy estucada y muy barroca que no tiene nada que envidiarle al teatro de Cremona, el Ponchielli, donde el luthier Stradivarius y el turrón no de Alicante. Malos recuerdos aparte, el día en que hagan una versión cómica de Viento del Pueblo en Orihuela me reconcilio con esa gente. Esa misma noche arrancamos juntos el busto de Franco, poing, y espero con los punkis a que vengan los malos cantando. Pásame el porro, Miguel, que ya los oigo.