viernes, 21 de junio de 2013

LA MAFIA DE LAS ORQUESTAS DE VERANO


La SGAE se concibió en un principio para la música y para que los músicos cobraran sus derechos. Que hubiera que aceptar como autores a los plumillas y demás fue una cuestión menor, apenas protocolaria. Las bases y la estructura se encargarían de ir primando a los chavales de los derechos AUDIOvisuales. El agravio comparativo venía de suyo y había que asumirlo. Por poner un ejemplo: un jingle de cinco segundos puede generar los mismos derechos que una pieza cómica de cinco minutos. El estribillo idiota de ese jingle de cinco segundos también le generará al letrista más ingresos que veinte gags de los buenos al guionista de turno. Pero bueno, a trancas y barrancas, la ley ha ido amparando registros y derechos de propiedad intelectual de teleseries y poco a poco las televisiones han aceptado que alguien debe cobrar por la autoría de los guiones aunque no lleven una puta canción. Hasta no hace mucho ni siquiera estaba contemplada la figura del "sketch" en televisión. Era una "obra de teatro menor". Cualquier tipo contanto por enésima vez el chiste de la vaca tenía más reconocimiento en euros que tu sketch original emitido en prime time. Peleas y reclamaciones mediante, hemos ido tirando. Pero a lo que vamos: después del músico Teddy Bautista y su desastrosa gestión de imagen, tenemos ahora a otro músico, Antón Reixa. Y la SGAE está a punto de hundirse. Incomprensiblemente, parece ser que las televisiones acordaron con Reixa al inicio de su mandato un descuento en las cuotas del 30% (por sorpresa o a traición, qué más da) y de lo restante, las privadas han pagado algunas, y las públicas que hasta diciembre... A esta bajada general de pantalones y de ingresos por la cara, hay que sumar la vergüenza (otra más, con la de los derechos en las peluquerías) de esa panda de "autores musicales" que se han forrado con los fondos de concursos y programillas escombro de madrugada. Esos bucles de basura pegadiza que se cuentan por miles, cuya autoría firma alguna de sus madres, y que les han supuesto unos 25 millones de euros por la patilla. Más derechos que Granados y Albéniz juntos, a costa de ordeñar de donde no hay, y dando mierda a la gente. Para que nos respeten un poquito más. Esa es la SGAE a día de hoy y así seguirá siendo en lo general hasta que la autoría no se haga respetar (ni siquiera desde su propia sede) y en lo particular hasta que los guionistas y los músicos no vayamos un poco más a pachas en esto de los derechos. El paseo de la banda militar de música deja a las televisiones sin un euro que echarle al desfile de los patéticos bufones. O por poner otra imagen: es como si la mafia de las orquestas de verano se hubiera adueñado del ayuntamiento y ahora el que sobra es el pelma del pregón de las fiestas, que les quita tiempo del taxímetro. Pero lo de ayer fue ya sangrante y me tuve que enterar por terceros. En la asamblea de ayer de la SGAE en El Círculo de Bellas Artes, a la que no fui porque soy un adán, un asocial, un inconsciente y un esclavo, estuvo, contentísimo y con más colorao encima que Tutankamon en un bautizo, Diego, El Cigala. Dieguito, El Cigala. Antiguo vecino de Lavapiés, barrio por el que no se le ha vuelto a ver desde su enriquecimiento, a lo mejor porque debe dinero y no quiero malmeter. Dicen que a Joaquín Cortés le pasa lo mismo, pero no voy a ser yo el que se meta con su Porsche amarillo a toda velocidad por la calle Argumosa, que llevaría sus prisas, el hombre. En fin. Al Cigala lo he pintado arriba en uno de sus gestos más habituales últimamente. No, no está cantando ninguna canción de otro. Está sufriendo por los bajos su merecida liquidación de derechos de este semestre. Como "autor" que es. El orgullo de la SGAE. Estas son las paradojas y este es el nivel, Maribel.