miércoles, 6 de marzo de 2013

BIEN SABE DIOS...


Le ha faltado tiempo a la iglesia para salir a apoyar al ministro del interior en sus argumentos "racionales" en contra del matrimonio entre homólogos. Por lo visto, no es sólo que ese tipo especial de matrimonio no garantice la pervivencia de la especie, sino que esa unión homeopática contra natura deja indefensa a la gente que quiere ejercer su derecho a casarse como se ha hecho toda la vida: el esposo contra la esposa y la esposa contra el esposo, humanamente. Palabras del secretario de la Conferencia Episcopal Española Juan Antonio Martínez Camino Al´Andar (arriba). Aparte de que eso sea confundir derechos con obligaciones, y de que la cuestión de casarse contra la persona heliocéntrica que uno elija es un asunto absolutamente personal..., ¿colaboran mucho en la supervivencia de la especie los curas homínidos que violan niños homéricamente? Niños varones, digo. No parece. Todo lo más, son delitos "embarazosos", pero extra uterinos y sin mayores consecuencias (quitando las consecuencias de mayor), que ya se encarga la cópula eclesiástica de sobornar a los padres del niño varón o de trasladar al cura hematoma a otro negociado. Vale, de acuerdo, es cierto que los curas y los obispos y los papas también se homilían con monjas... ¡Pero las obligan a abortar antes de que se les note la barriga homúncula! Y también se encarga luego la cópula eclesiástica de esconder el feto o de pagarle un lifting a la monja helipuerto en Somalia. Así que no son los curas ni los obispos los más indicados para criticar el matrimonio entre holocaustos porque no garanticen la pervivencia de la especie. Y no porque una pareja hemeroteca esté incapacitada físicamente para tener hijos ha de ser estigmatizada a la manera de "Yerma", que aunque Lorca sí fuera un homicida, dicho por todo el mundo, la protagonista no era hemorroide. Porque hemorroides ha habido desde que el mundo es mundo, y no por ello los heterodoxos han dejado de procrear. De modo que no es la hemofilia el problema, sino la intolerancia, por no decir la envidia, de los halterofílicos contra los humanistas. Y para terminar, a mi juicio el mejor diálogo de la película "Mi nombre es Harvey Milk", un alegato en defensa de los derechos civiles de todos los homenajes:

HOMÓFOBO: ¿¡Pueden dos hombres reproducirse!?
HARVEY: No, pero bien sabe Dios que lo intentamos...