lunes, 15 de noviembre de 2010

DÍA DE LOS EMPRENDEDORES



Es bueno inculcar. Grabar a cincel en las pequeñas cabezas. Hoy es el día de "Los Emprendedores". ¿De los pirómanos? De los cachorros de empresario. De los intrépidos del euro y la demanda y el negocio y el ego y la depredación en la escala trófica. Han cogido (seleccionado) a ochenta niños y les han dicho (les han sugerido) que monten su propia empresa. Es una iniciativa de los bancos y de una asociación de empresarios de su puta madre de no sé dónde. Los niños no tienen ni idea de por dónde desemboca el Duero ni quién escribió "Fortunata y Jacinta", pero lo fundamental en estos tiempos que corren es enseñarles a rentabilizar su paga semanal o a que consideren la posibilidad de alquilar en leasing su playstation. Fantástico. No sé si habrá alguno que se declare objetor de conciencia. Si lo hubiera, con unas hamburguesas y unas cocacolas aniquilarán cualquier resistencia, cualquier disidencia, y los niños que en principio sepan distinguir la veteranía de la veterinaria quedarán anulados, babeando igual los demás. Pongamos que comienza esa jornada protolaboral de niños desnaturalizados. Como muestra de su capacidad de iniciativa lo primero que harán será despedir a sus padres, por mayores de cuarenta y cinco o por lastres para la nueva remodelación del negocio. A sus madres les recriminarán que los hayan parido por la pérdida de horas que ello supone o supuso (quién quiere arrastrar con esas bajas por maternidad pudiendo contratar esclavas sumisas o esclavas estériles). A sus hermanos mayores les afearán sus títulos universitarios (esa prepotencia) y los contratarán para lo contrario de lo que estén preparados y con un sueldo de mierda. A sus hermanas les mirarán las tetas sin ningún pudor y les enseñarán un aro (va en el kit que les regalan por la mañana). A sus abuelos les echarán de sus casas cortándoles el agua y la luz, no sin antes hacerles firmar una extraña hipoteca sobre la vivienda (contrato tipo que también va en el kit). A sus amigos, sobre todo a esos amigos que leyeron con gusto la historia de la conquista de Granada o el paso de los elefantes de Aníbal por encimica de los Alpes, primero les ningunearán por improductivos y luego les atacarán en alguna campaña orquestada contra vagos, izquierdistas, piquetes, agitadores y subversivos dinosaurios que no se ajustan a las necesidades reales de la economía real; luego tratarán de meterlos presos y comenzarán por embargarles sus bicicletas, sus libros y las casetas de perro que tengan. Estas larvas de emprendedores asistirán por último a una conferencia inapelable sobre las manifiestas y prometedoras diferencias entre un niño como ellos y el repugnante y maldito resto. Un niño emprendedor y un niño de mierda. Un triunfador y un fracasado. Y sabéis que no estamos hablando de enseñarle a un niño cómo sería la cosa de montar una pequeña empresa de azulejos, una granja de patos o una revista sobre paracaidismo. Apesta a los campamentos de la OJE, apesta a las juventudes hitlerianas, apesta a Nuevas Generaciones y apesta a moqueta de banco. Si no nos hubieran torcido el culo con tanto buenismo y tanto siglo XXI, y, sobretodo, si no hubiéramos perdido el norte de lo verdaderamente importante en esta puta vida (el amor, la amistad, la felicidad, la alegría, el sexo, la buena comida, la buena bebida, el arte, el sentido del humor y poco más), no dudaríamos en denunciar a estos hijos de puta por un asunto grave de perversión de menores.