sábado, 16 de marzo de 2013

LA VIEJA INDECENCIA


Estamos para aprender. En esta ola de rutilante oscuridad, de negrura brillante, tenemos la fantástica oportunidad de asistir a las muchas y variadas formas que adopta la nueva obscenidad para camuflarse como racionalismo o como adaptación al medio, como si el desparpajo pudiera ser sutil o gradable, o como si la mentira tuviera que subir necesariamente algunos puestos en la escala de Richter del relativismo porque las verdades absolutas son cosa del pasado y tú un tío anticuado, una persona demasiado primitiva para sobrevivir. La obscenidad de aniquilar a las personas concretas para que las personas abstractas funcionen en una teoría económica que salvará a las personas futuras, no se sabe si una pizca menos abstractas que las personas abstractas de su premisa. Todos los eufemismos y todas las perífrasis  que emplean los políticos para inocularse en la realidad de la gente como las capas con las que se encapsula un virus para defenderse de los antibióticos y luego matarte. La invariable depredación del poderoso con los inferiores puesta ahora en práctica con la nueva malevolencia de la civilización, el progreso ciego, la superstición de la salud, la jerarquía de los iguales, la estupidez conveniente. Ese nuevo discurso del sistema en el que hay que rascar sólo un poquito para encontrarnos con la vieja selección natural del Mono con un palo y tú no, o de los Mercados con una cifra y tú menos. Pero el otro día vi en la tele un ejemplo de la vieja y puerca indecencia sin aditivos ni "puestas en valor". Ortega Cano, el multimillonario, decía que confiaba en los jueces para que se esclareciera la verdad. Borracho como una prea al volante, había matado a un hombre, pero él "sólo se había mojado los labios". El test de alcoholemia se lo hicieron en el hospital. Reventó el aparato. Pero parece ser que no se siguieron estrictamente los protocolos de detección de su estado de embriaguez. Y los abogados multimillonarios del borracho multimillonario conseguirán que no pise la cárcel y que la indemnización a los familiares del muerto sea una porquería. A esa vieja indecencia me refería. Políticos corrompidos que lo niegan y salen absueltos. Empresarios que roban y salen absueltos. Banqueros que hunden sus bancos y salen absueltos. Y el señorito que mata a un campesino y no pasa nada. A lo mejor estoy exagerando, pero es que tengo la cabeza en blanco y negro y contrasto de muy mala manera. Demasiado primitivo.