sábado, 5 de marzo de 2011

PINTANDO UNA GACHÍ PROBABLEMENTE AMERICANA EN UN CHIRINGUITO



Cuando veo a esas tiparracas del PP, metidas en política por voluntad de servicio, responsabilidad cívica y mandato divino, entiendo que la alegría siempre haya estado con los pobres y los llanos. La alegría jovial de un vinito, una charleta, una tapa, un voto. Esas momias de laca, estampitas de monjas civiles, jamás se han bebido una cerveza sin meñique ni se han comido un cordero fiado, y se les nota en el aplomo del pánico que tienen eternamente en la mirada. Ese rictus aterrado, secular, con el que miran a la gente de la calle. Merde du gent. Merdellonas. La Soraya, La Cospedal, La Teófila, La Rubí, La Esperanza. Las Samantha Fox del calendario que pone en su taller mecánico un cura reparador de tronos (chapa, pintura, nivelado de ballestas, varales, ITVs). Tampoco es que sean la alegría de la huerta Rosa Aguilar, Elena Salgado, Leire Pajín, Garmendia... Pero son mis mierdas.