lunes, 17 de marzo de 2014

BIOGRAFÍA DE UN PERRO


Rayito tiene su dueño, que es también su jefe, su padre, su padrino y su maestro abatido, y hasta un montón de madres con tarteras y cofres de sobras, pero Rayito es más bien un perro comunitario, monumental, color de barrio con sus ladridos como las sirenas de la policía con los suyos, paisaje de Lavapiés, poeta bajito de perras en celo, y marca blanca. Por haberse criado en los suelos de los bares, Rayito tiene el sistema inmunológico de un borracho con dinero, un estómago a prueba de huesos de pollo y un saber estar entre desconocidos como un perro de la generación perdida oyendo otros idiomas, y él escribiendo en el suyo. Lo han pisado, se ha perdido, lo han robado, lo han atropellado, de cachorrillo se me cayó del hombro que casi se abre la cabeza (nunca me guardó rencor), un hijo de puta le robó su pañuelo de rocker en la plaza, y una mala tarde se comió una macetita de marihuana para espurgarse que lo tuvo un mes a base de pastillas de veterinario y una mirada mística y soñolienta que ralentizaba a los Chichos en la radio. Con todo su currículum de perro superviviente y aventurero, es natural que no aguante correas ni horarios, y que salga con su jefe a la calle de igual a igual, como un socialista. Para lo que le sirve, el chip subcutáneo que lleva bien podría ser un micropunto de L.S.D., que una vez apareció por Legazpi y porque Lavapiés es internacional y hasta allí le conocían. Esa vez fue por un petardo, que no por una perra prometedora. Algo tiene Rayito con los petardos que lo encanijan hasta perder la talla y se queda temblón, debajo de cualquier mesa, el corazón percutiéndole a cien, como si en otra vida hubiera sido una vieja en un refugio. Eso cuando no se vuelve loco y huye del sonido, como los gaiteros desfilando. Hasta Legazpi. Perro sensible. A lo mejor por eso soporta, sólo soporta a los niños, y después de la pata de titanio que le motivó una furgoneta ciega (una colecta in extremis, con Rayito mal herido en el quirófano), las motos le parecen poca cosa como para levantarse de su solecito en mitad de la calle, ya sean motos de los nacionales o de los extranjeros y con transportín, una pizza para su puta madre, que yo no me muevo. Por los petardos sí, pero por una moto como un rinoceronte a sesenta por hora no. Sus cosas. Después de su furgoneta asesina y sus operaciones de millonario, pamplinas a él... Ahora Rayito está mayor y le gruñe a los platitos de las tapas por debajo con su visión de "rayitos x": sabe que es una tapa de salchichas, de chorizo, de panceta con patatas fritas, y que algo de eso le debería tocar a él, que nos ha aguantado a todos más de setenta años y todavía seguimos sin sujetarle a las dos perras de la peluquera como nos ladra insistentemente, entre poema y poema. Algo sí que deberíamos hacer al respecto porque cualquier día se nos va el abuelo y nos deja sin descendencia. Ni obra escrita. Sirva esta entrada como arranque de su biografía, por compensar. Luego lo veo y le pregunto por su etapa de Erasmus, en Palos de la Frontera, que hay que ir acotando capítulos. Me va a costar una tapa de bacon refrito, pero seguro que merece la pena.