domingo, 12 de mayo de 2013

EL REGRESO DE DICKENS


Menos en literatura, estamos volviendo a Dickens en todo. En la educación, en la sanidad, en la explotación laboral, en los privilegios de la iglesia, en el despotismo de los gobernantes, en la injusticia de las leyes, el hambre, la intemperie, las tiendas de empeño, el robo de niños y las casas abandonadas. En literatura no, y no porque no haga falta la enorme, irónica y esperanzadora novela de toda esta ruina, sino porque a ver quién se hace cargo de un autor con esa exquisitez y ese sarcasmo y esa distancia. Me imagino el escándalo cocoricó de muchos editores finos ante este comentario. "¿Cómo no íbamos a publicar al Dickens del XXI? Por supuesto que sí. Con los ojos cerrados". Ya. Ni lo veríais venir. El inglés rompería Twitter desde dentro como El increíble Hulk sus camisas. Para empezar a hablar. Dejadle luego que comience a inventarse "nicks" y a abrir blogs y a escribir comentarios en las redes... Ahí se vería todo el tiempo que llevamos perdido desde el garaje de Bill Gates. Y lo despistados que estamos en este desastre. Por eso lo he pintado así, desmesurado, otro gigante con Cortázar, que murió precisamente de eso. Un superhéroe necesario, de los de zaca y conmigo los buenos. La desmesura que uno siempre echa de menos en los helados y en el talento. A ese tenor, el de la desmesura, lo comentábamos el otro día: para responder como se debe a todo el mal que nos han infligido hasta ahora los cabrones de la derecha vamos a necesitar tres o cuatro revoluciones de las gordas, de la Revolución Francesa para arriba, que con una sola no cubrimos afrenta ni de coña. En ese punto estamos.