sábado, 24 de julio de 2010

DON ERNESTO


Hoy me he levantado con una aprensión. Sábato. Puede que algún coletazo de sueño aún. Un rebufo a gasoil de neurona. ¿He soñado que se moría? Ninguna alarma en los periódicos digitales. Sigue vivo. Su foto más reciente es de hace cuatro años. El hombre va a cumplir casi un siglo. Es la viva cara de la desgracia. De la infelicidad. Como si el peso de tanto existencialismo le hubiera descuajaringado los mimbres de la apariencia y ya no pueda disimular que él mismo encarna el absoluto... desastre. Qué horrible dicha haberle leído sus Martines y sus Alejandras, su espantoso informe, el de ciegos, no el de hijos de puta, militares argentinos. Sólo ha habido un tipo con peor futuro, Onetti, el encamado. Qué leerá ahora en la tumba. A qué le sabe ese whisky de tierra. Pobre Sábato, todavía vivo. En el túnel. Por todos nosotros. Despacio, maestro. Todo está bien. Todo está bien.