miércoles, 14 de septiembre de 2011

CUADERNO DE ROMA (4)



Mi animadversión por los curas viene de muy lejos en el espacio y en el tiempo. Ayer murió el cura viejo de Lavapiés, Emilio. "Don Emilio". No me caía mal el hombre. Alguna discusión teológica tirando a amena, con sus cervecitas y todo, y hasta le busqué el libreto de una verbena esquiva, del XIX, con tema en su iglesia de San Lorenzo. El que queda, el segundo de a bordo, es para echarle de comer aparte. Catalán, pesetero y malintencionado, no oculta sus manejos con los pobres analfabetos sudamericanos que le rinden culto. A estos amigos quechuas los alzacuellos los impresionan todavía más que una armadura de Trujillo... Pero lo de San Pedro ya fue el acabóse. La más grandilocuente exhibición porno de la fe que he visto en mi vida. No me extraña el efecto cebollazo que provoca en los incautos que buscan una barandilla religiosa contra el vacío... Hijos de puta, y cómo se sirvieron de los mejores fotógrafos de la época... Un poquito más a la derecha, su santidad, así... A ver la madre, vamos a ponerle pasión, hostia, que tiene a su hijo muerto en brazos, coño... Así, muy bien... Así... ¡No respires, Jesucristo, coño! ¡Estáte a lo que estás!

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