sábado, 17 de febrero de 2007

LITERATURA UNIVERSAL (2)


Miller iba mucho en bici. Probablemente porque siempre necesitó alguna sensación en la entrepierna, fuera del tipo que fuera. Las más importantes, sin embargo, las sentía en la cabeza, que es el sitio más apropiado para tener el corazón limpio de ventrículos y soplos. El pedrusco feliz, que decía de sí mismo el amigo. El Chino, como le llamaba su gente. O los Trópicos, o la Crucifixión, o el Coloso. Enormes y jugosos filetes de pura vida. Los franceses todavían dan un respingo cuando le ven venir lanzado cuesta abajo por Clichy, y es que la relación de Francia con la Literatura siempre ha sido peatonal y despistada. A los franceses los han atropellado cientos de veces: Villon, Rimbaud, Rabelais, Voltaire..., y hasta Camus, que se mató en coche. Por perder, incluso han perdido una generación entera. Luego les ponen plazas y calles y mucha grandeur, pero el bote a la acera lo han pegado siempre, boina incluída. Miller lo sabía bien, el cabrón. En "Max y los Fagocitos Blancos" (Alfaguara) todavía conservo un pétalo de rosa de la tumba de Balzac. Jamás he cometido una cursilería tan atroz como esa. De las de sonreír y seguir p'alante. Jodío chino americano, qué pedaladas más buenas has dado por mi cabeza. Toca el timbre, si me oyes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario