miércoles, 28 de septiembre de 2022

EMO SIDO ENGAÑADO


Si Madrid es el rompeolas de todas las Españas, también es el rompeolas de todos los golfos, y bienvenidos sean, que lo mismo le dan alegría a un entierro que a un robo de cobre con nocturnidad y ambrosía. Arriba, Luis Medina, compañero de golferías de Alberto Luceño (ya lo pintaré, si acaso), los dos timadores del "caso mascarillas", una estafa al ayuntamiento de Madrid con mediación del primo de Almeida (supuesto primo, a su vez). Maravilloso ejercicio el de consultar Wikipedia para averiguar que el chavalote de arriba nunca ha sido de estudiar mucho, aunque lo pastorearan por colegios de buena alfalfa internacional, a mil euros por día y pupitre. Se sacó el COU y punto, que le bastaba con ser hijo del XIX Duque de Feria (implicado en los noventa en abuso de menores) y de Naty Abascal (implicada desde el siglo XVIII en abuso de cosmética y oseas) para ponerse inmediatamente a tintinear por saraos y salones, que con ser guapo, encima, el karisma le desbordaba al señorito. Con el tiempo, dejó de trabajar (puaj) de hombre troquelado para la embajada de Dolce & Gabana, y ya hincó codos en preparar un timo de los de toda la vida, sin estampitas pero con teléfono y contactos, de intermediario de gomina digital. Un par de llamadas con su colega Luceño, algún vendehumos asiático, y le colaron al municipio capitalino un lote de compresas de chicle (mascarillas defectuosas) por unos seis millones de euros, ni de coña lo que costarían en el mercado, aún a sabiendas de que las compresas se nos acabarían pegando a todas en el chocho, como así ocurrió con esas mascarillas de mierda en plena pandemia. Si no fuera por el drama del momento, qué gustito da cuando los malos estafan a los malos y casi pillan (no lo descarto todavía, aunque sea un iluso) al bobo maligno del alcalde en el timo de las compresas de chicle y los cazamariposas de virus, el "cambiaso"... Me da a mí que tanto Luis Medina como Alberto Luceño son más de Mortadelo y Filemón que del manual de economía de Schumpeter, como su madre, que sorprendió a su marido el Duque leyendo, le preguntó qué libro, muy asustada, el otro le dijo que El Principito (por sus cosas con los niños, imagino) y la Naty le contestó  que no, muy lista ella, que eso se llamaba Prólogo. Relato de ficción, señor juez.

 

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