domingo, 5 de octubre de 2014

QUÉ PERIODISMO, QUÉ ENTREVISTA, QUÉ PERSONAJE...


Hay veces que pongo la tele como quien deja descolgado el telefonillo de la calle, idiotamente, sin esperar otros sonidos que los del tráfico, algún perro ladrando, algún niño chillando, las voces de los vecinos al paso frente al micrófono... Mala cosa. Uno no está preparado para escuchar de repente el gorgoteo de un monstruo ahí mismo... Tal cual. Y te llevas un susto de espanto antes de colgar el cacharro y apagar la tele para los restos. Sí, sí... Estoy hablando del de arriba. Todavía se me ponen los vellos de punta, pero lo he pintado. Con estas manitas y las tizas de la Wacom... A Eduardo Inda lo echaron de Mordor por mala persona y tampoco pudo trabajar en Juego de Tronos porque los Otros (los no Muertos) se negaban a rodar en su presencia (les daba mal rollo), pero en la Sexta Noche lo han contratado sin problemas y ahí está, ahí estuvo en mi telefonillo, el No Persona, retorcido, malsano, chungo y estirado como una piruleta de mierda blanca, y sin el más mínimo control sobre los gestos de su cara (esos rictus de asco y odio feliz, por dios), como si el Eduardo Inda que está detrás de la piel fuera cien veces peor que el que "da la cara" y estuviera intentando salir por esa boca que, incluso callada, no para de deletrear insultos. Sus "preguntas" de anoche a Pablo Iglesias, de Podemos, fueron más propias de un psicópata descerebrado, histérico, vengativo, mentiroso e indocumentado que de cualquier profesional que haya pasado siquiera media hora por la puerta de una facultad de periodismo aunque solo fuera a ciscarse en la esquina. Y el cachondo de Pablo Iglesias (la verdad es que tiene sus días) que de vez en cuando le tiraba un cacahuete y hasta lo halagaba tratándolo como si fuera un ser humano. ¡A Eduardo Inda! Un perturbado de sí mismo que ha llegado incluso a superar a Marhuenda por la derecha y por la parte del hemisferio de las circunvalaciones de la idiocia en trineo (cuando se arrogó todas las exclusivas que había sacado El Mundo desde el Neolítico ya fue de vomitar)... Una cosa insoportable, físicamente. Una cosa que aparece en la tele porque a la gente le gusta el landismo de terror psicológico, esto es, Eduardo Inda con los calzoncillos en la frente. Si no, no se explica. 

6 comentarios:

  1. Hay gente a la que aquello de sus "días de gloria" les devora; deja que los gusanos sigan el proceso. Todo tiene su consumación.

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  2. Bufón, y perdón a los verdaderos.

    Toque que sirve para aderezar el reality

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  3. No me jodas, Low, no levantes la liebre (como todos los que atacan al Inda en los papeles): a ver si este notable periodista -cum laude en la escuela de Artes y Ofidios (sic) de Pamplona- se desanima y deja de ganarle mogollón de simpatías (y votos) a don Pablo. Y no te metas tampoco con Marhuenda-Clark Kent obesillo, que al lado del navarro (¿los querrá tan burdos el Opus?) es un cacho pan; lo tenías que haber visto ayer, con aquella carita de niño gafapasta a punto de llorar porque lo reprende su papa... Digo que trató a Iglesias con vaselina de la cara. Al lado del Inda, un putto (consúltese un diccionario de italiano) amorcillado e inofensivo. Angelito...

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  4. Dejé de ver "la sexta noche" cuando vi varios días seguidos a Revilla con su voz de vendedor de feria bondadoso. Un mal día se me ocurrió pasar y me encontré con Sanchez Dragó y yo entonces desistí definitivamente.
    Incluso dejé de ver "al rojo vivo" para evitarme a esos dos personajillos que nombras. Ultimamente no aparecen por allí y estoy recuperando ese programa.
    Supongo que los obligan a llevar a semejantes irracionales, pero a mi no me pueden obligar a verlos. Ni a Merdenda y a Hindra de siete pelos.

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  5. Jamás entenderé esa manía que les ha dado por llevar a gente así, éste o Marhuenda, sin ir más lejos, a acribillar, despotricar, zaherir, eso sí en plan estirado desde su atalaya de gente bien, a cualquiera que no comparta sus sentencias.
    El morbo está llegando a unos límites vergonzosos y lo que podría ser un buen programa, acaba por hacerse indigesto.
    Un beso.

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