sábado, 13 de septiembre de 2014

NO CULPEMOS A ISRAEL TAN A LA LIGERA...


4 comentarios:

  1. veamos...si se ponen dentro de las casas es porque les encanta estar en primera linea de los fuegos de artificio

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  2. Tenías que haberme visto, Lob, la pasada semana en la sinagoga de Pinkas, en la fértil Praga, con la kipá encasquetada en el occipucio junto al muro de los setenta mil nombres (los que mató el nazismo solo de esta ciudad). Cara a la pared, tentado estuve de iniciar un bamboleo (pseudobombeo copulatorio, que eso parece), porque a mi , en las situaciones solemnes, siempre me asalta un brote insensato-surrealista que me mueve a hacer lo menos adecuado. Conseguí dominar la tentación y no me meneé. Porque lo cierto es que, viendo aquellos nombres en las paredes (después de haber visto en el museo las maletas de los deportados a Terezin, con los nombres escritos en la tapa..., porque creían los infelices que iban hacia un lugar en el que podían conservar los efectos personales) hubiese sido canalla hacer el ganso.
    Luego, las doce mil estelas funerarias -unas enhiestas, otras inclinadas, todas disputando por unos centímetros de tierra del cementerio del ghetto: parecían rosas de pétalos de piedra, geológicas "rosas del desierto".
    Y luego las preciosas rodillas de la celadora judía, que estaba sentada en lo alto de un taburete, mostrándome el satén entremuslar, casi hasta los aledaños del triángulo de Mefistófeles. Le dije al salir un "shalom" tremolante y ella me obsequió con una mirada ardiente y oscura tal que la que niña Salomé clavó en el vientre del caduco Antipas, antes de reclamar la cabeza del Bautista.
    Por la noche, en la Ópera Estatal, no conseguía quitarme de la mente a la judía de muslos satinados. Hay en la Traviata una escena en la que, en el salón, en medio del rijoso putiferio de los adoradores de Violeta, aparecen unas bailarinas orientales -en este montaje prácticamente en pelota- y... ¡la volví a ver entre las danzantes!
    Con decir que de allí en adelante apenas si me centré en las desdichas de la desgraciada cortesana y del tenor que hacía un Alfredo bien de voz pero fondón y muy soseras.
    Salute, Lob.

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    1. Me mondo contigo, Fred. Ahora me explico mejor la querencia que tiene Woody Allen por Asturias Tenéis el mismo puntito...

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