martes, 22 de abril de 2014

LA TUNA DE UNO SOLO



En lo que respecta a las puertas giratorias entre la empresa privada y el gobierno, el postministro de Agricultura y cuarto y mitad de Ambiente, Arias Cañete, es en sí mismo el gozne de un portalón de mercante, tubular, engrasado y con quejío en cualquier buffet con cámaras de televisión y periodistas a mesa puesta. La jamba al pil pil con gafas y barba de centollo milenario que lleva en las cocinas del estado lo mismo que un fondo de nevera. ¿A quién le importan ahora los contratos de sus empresas y de sus amigotes con la administración? A los envidiosos. Chupa tú también, imbécil, que yo me estoy poniendo hasta el quico desde que pegué mi gallumbazo en Jerez. Y no te digo nada ahora en Bruselas, con las dietas. Saltémonos el chiste fácil de Cañete y las dietas, y consideremos seriamente su figura de candidato a las elecciones europeas... Si se tratara de elegir a nuestro representante de embutidos, ahí tiene mi voto y mi apretón de manos gitano con salivazo... Pero me lo imagino tratando de convencer a Cristine Lagarde de que no nos apuñale más, que ya estamos muertos, y como que no, que la Lagarde es vegana. O intentando una rebaja de los tipos de interés en el Banco Central Europeo con unas tapas de jamón, un cuadro flamenco y una noche de putas en Luxemburgo, que paga él... Y volvemos a tener a Manolo el del Bombo animando las reflexiones de la escuela de Frankfurt, por los jardines, como la tuna de uno solo que es ya Arias Cañete: gordo, campanudo y de retirada, pasando el cazo aquí para gastárselo todo en las farras del parlamento europeo. "Me preocupa saber transmitir a los españoles lo importantes que son las elecciones europeas". Hop. Saltito. Pandereta. Resoplido. Con las mallas del PP y una capa españolísima, girando sobre sí mismo, el tuno batiente.

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