viernes, 20 de diciembre de 2013

EL FISCAL MAYORDOMO Y EL JUEZ OBSESO


Pedro Horrach, fiscal anticorrupción de Baleares, dice que no se puede imputar a la infanta Cristina en el caso Noos porque no hay ningún motivo, para empezar, pero si alguien insiste en que se la impute porque ve el motivo, o lo sospecha, o lo imagina, o lo sueña húmedamente... Es porque ese alguien es un obseso, un fetichista, está obcecado en perseguir a la nobleza como un maníaco sexual en cualquiera de sus manifestaciones rubias, o quiere que se investigue a la infanta exclusivamente por ser quien es... "Señora, por ser vos quien sois, me corro y me voy" (Anónimo, siglo XVII). Frente a una argumentación tan sólida, contra los evanescentes hechos de la reforma del chaletazo y de las fiestas y de los viajes que se ha pagado la muchacha con nuestro dinero, no hay nada que hacer sin delatarnos a nosotros mismos como unos sátiros regicidas y unos salidos antimonárquicos. Según Horrach, incluso el juez que lleva el caso, José Castro, padece una fijación erótico-jurídica con la rubia real (y no las teñidas) que le lleva a la lubricidad en los procedimientos, cuando no directamente a la pornografía legal en el esclarecimiento (en salto de cama) de la implicación de la mujer en los delitos económico-sexuales de su marido: malversación de la libido pública, fraude anal, prevaricación del misionero, falsedad profiláctica y blanqueo por eyaculación de capitales al techo de deuda con la participación necesaria de los mamporreros Camps y Matas, y la palanganera Barberá. Pervertidos jueces, maniáticos jueces, enfermizos funcionarios obsesionados con imputar a vírgenes... ¿No ven, en su locura, que es tan imposible como desvirgar putas? Palabra de Pedro Horrach, que se maneja como nadie en las contradicciones. Un fiscal mayordomo tiene callo en eso. Y se le nota en la cara. Compárese su faz de arriba -toda tranquilidad de espíritu- con la del atormentado magnicida y esclavo sexual del juez Castro aquí abajo... 


Innegable pinta de dragón obseso a punto de escupir fuego otra vez hacia la ventana de la Torre del Homenaje del Castillo Chalet de Pedralbes donde clama por su inocencia una infanta con las rubias trenzas ya humeantes. Qué menos que le pinchen las ruedas del coche y le llenen de excrementos la entrada de la madriguera a esa lagartija con ínfulas... 

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