domingo, 24 de noviembre de 2013

EL ESLOGAN DE UNA GÁRGOLA






Van a tener razón los que dicen que las manifestaciones, al menos como se vienen desarrollando hasta ahora, están sirviendo paradójicamente a los intereses del gobierno. Las reivindicaciones se expresan en común (apología de la piña) y la violencia reprimida aflora en juegos florales con banderitas y eslóganes catárticos. La gente protesta, insulta y chilla. La gente clama. Y clamando clamando se va calmando... Desde Atocha hasta Cibeles, Colón, Sol o Alcalá, el gobierno se ha encontrado con un vomitorio municipal de lo más práctico para liberar la tensión de los machacados. Como los vomitorios de los grandes estadios. Los aliviaderos de los tejados. A todos se nos pone cara de gárgola en el eslogan y los portavoces de los fascistas se quejan de que somos unos demonios. Unos diablillos. Mientras la gente se desgañita, el infierno sigue sin caer sobre los culpables. Todo lo más un infierno acústico, pero no verás a ningún fascista sin tapones en los oídos. Y aún así, pretenden multarnos por la subida de decibelios. Como a los gays en Chueca, a nosotros por pasarnos de la raya en las fiestas del orgullo rojo. En toda España. En el juicio por haber hecho una escabechina con catorce concejales corruptos en el ayuntamiento de Tranquillos de la Serena, el fiscal le preguntó al asesino confeso por las razones de su matanza: "Yo es que los fines de semana me quedaba en casa". Pues eso. "El hijo del obrero a la universidad, los hijos de Botín a currar al Burguer King". Y claro, Botín reacciona, devuelve todo lo robado, y en España se nivelan un poquito las clases sociales... Porque salimos los fines de semana, que si no... Sarcasmos aparte, dos melancolías. La del mimo Don Diego Velázquez de estatua manifestante contra los despidos en FCC y la del mendigo en el bulevar del Paseo del Prado que camina en el sentido de la manifestación, completamente a favor de obra, pero él solito, con su circunstancia. Y el que no vea una teatralización inane en todo este ir y venir de vomitorio en vomitorio y de eslogan en eslogan, es que no ha entendido nada. Si en el congreso hay un paripé de democracia, en la calle hay un paripé de protesta social... Arde la calle al sol de poniente. Y es una canción. Como todo. Cualquier mañana nos vamos a levantar sin libertad para pensar que todavía somos libres y no sé yo lo que va a ocurrir. Con lo bonito que era todo antes, cuando eras una gárgola y había un eslogan, un vómito, un sentido, una estética, un posar... Y que estuvo en nuestra mano llevarles el infierno a ellos y no al revés.

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