viernes, 21 de diciembre de 2012

LOS MAYOS TENÍAN RAZÓN


Cójase una fiesta pagana brutal, orgiástica, de culto a la fertilidad. Estaría bien una remotísima en el tiempo, muy anterior al cristianismo, de cuando los dioses eran unos hijos de puta a las claras. A cara descubierta. "Dame lo mío o te reviento, piltrafilla". La fiesta de la Diosa Bona Dea, o Fauna, o Maya. Por ejemplo. La celebración de la primavera. Baile. Comida. Vino. Coyunda. Desparrame. Por fin el buen tiempo, la cosecha, el recreo, la Vida. Luego llega el cristianismo y dice que esa fiesta es en honor de la virgen María desde que ellos se acuerdan. Ya saben, la cachonda diosa Fauna y la virgen María, fifty fifty, que lo dice un cura, carraspeando. Sincretismo, ejem. Luego llega la Comunidad de Madrid y dice que los mayos son goyescos, ellos con redecilla en el pelo (aunque estén calvos), ellas con corsé (de cremallera), y todos con borlitas y medias del Corte Inglés y bailando una cosa mutante entre la jota artrítica y el minué que no verás una foto movida de todas las que sacan los turistas. Costumbrismo, ejem. ¿Y ya nadie se emborracha? ¿Nadie sube trepando a los árboles con la pinga tiesa? ¿Ninguna mujer desnuda corriendo con flores en el pelo? ¿Ninguna flauta pánica en la espesura? Nasti de plasti, tío loco. Las "fiestas" evolucionan... Sirva esta introducción para afirmar que lo mismo que le ha ocurrido a la fiesta de los mayos le ha pasado al rock y a la buena música en general. Desde la brutalidad de sus comienzos antes de Jesucristo (Elvis Presley) al ganador de ese casting del Vaticano que llaman La Voz. El adolescente casado "superenamorado" que quiere ser ante todo él mismo. El que se peina con un tenedor de oro como su "coach" se peina con un sacacorchos del mismo material. El avatar pijo de Barbie, un Alba Ceteño con el alma negra como un plato de nata. La Voz. El Fin del Mundo. Los mayas tenían razón. Lo importante es el pelazo. Los mayos tenían razón. Todo degenera... Como respondió aquel torero andaluz al que acababan de elegir alcalde cuando le preguntaron por el motivo de su éxito: "Degenerando, hijo, degenerando...".

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