NARCÓTICA MONARQUÍA...
Tenemos una reina extranjera. No sólo no le gustan los homosexuales, la eutanasia o el aborto, sino que la reina es extranjera total. ¿Es un defecto ser extranjera? Para mí no, como persona. Pero para tenerme como súbdito, sí. Ella de reina extranjera y yo de súbdito gastando oreja porque no la entiendo. ¿Y si me manda que le corte la cabeza a alguien y yo me quedo quieto porque no me he enterado? Qué incómoda situación para ambos... Como en el cuento del rey desnudo (idiota, por otra parte), acabo de darme cuenta (¡zaca!) de que tenemos una reina EXTRANJERA. Y la delato. Nuestra reina es todo lo extranjera que pueda ser una ultrapija griega casada en braguetazo con un multimillonario español entroncado con la nobleza por la parte de arriba, y eso me ha dejado algo aturdido, como recién salido de un sueño provocado, un letargo inducido por el traqueteo del tren con el que uno viene siendo español, una sedación histórica, un soma de rutina y normalidad que de pronto deja de producir efecto y despierta al paciente drogado, o sea, yo... ¿Y en qué momento se manifestó esa irrupción de la vigilia en su sueño de ciudadano, caballero? Pues después de ver una pieza de vídeo prescindible de las que no paran de atormentarnos estos días en los telediarios. Describo: sale la mujer del hospital, le pregunta la prensa qué tal ha visto a su marido, el multimillonario de antes, y ella dice, muy sonriente y mundana a cámara, como si le preguntaran qué tal la paella del chiringuito: "Esthá bien. Mu animao. Ha tenido un bhuen apetitou". "Ha tenido un buen apetito". Eso no lo dice mi madre ni harta de anís... En ese momento me recorrió un escalofrío desde la nuca hasta mis raíces en Atapuerca (Burgos, al norte de Málaga), y desperté, como digo. Alguien me había echado un porro en la cocacola y había estado durmiendo todos estos años. Juan Carlos I de España y V de Bostwana, y su mujer, la pija guiri de sangre azul cobalto. Dos bichos, dos vainas en mi salón. Me vinieron a la memoria las portentosas palabras de Aznar después de haber pasado unos minutos con Bush, hablando con aquel estremecedor acento tejano, súbito: "Esthamos thrabhajando en ellou...". Una, por extranjera sin remedio, la reina; el otro, por gilipollas de lo mismo, el expresidente. De acuerdo, no es la primera vez que la oigo. Ya sabía que no hablaba un perfecto castellano, pero era poca cosa lo que sabía de su pronunciación. Piezas protocolarias donde la reina leía de un papel y daba las gracias a unas monjas, las gracias a unos banqueros, las gracias a unos curas... Discursos cortitos. Segundos de emisión en la tele y con mal sonido, casi siempre. Apenas una frase completa que se entienda, no vaya a ser que los súbditos se mosqueen con el acentazo a guiri de playa que tiene mi prima... Y, de repente, ahora sí, la dejan hablar a sus anchas. Abre audio, colega. Ecualiza a tope. Que lo sepa todo el mundo. Escuchadla sin manteca paternalista. Ellos la han cagado por fin y acaba de abrirse la veda contra los de la sangre azulita. Tiros por tiros. Al menos, disparan los nuestros, que los de la derecha se han puesto todos el salacot y han sacado la lengua de lamer culos a pasear por las tribunas y los debates. Espero que sean los preámbulos de una reforma de la Constitución en serio. Que donde dice Monarquía Parlamentaria ponga que la monarquía no parla más: ni para ponerse de ejemplo de nada, ni para haber tenido un buen apetito, españoles todos. Despertad. Republicanos, conmigo. Buscad al que nos ha echado el porro en la cocacola, que la vamos a tener...
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