viernes, 16 de septiembre de 2011

CUADERNO DE ROMA (12)

En lo que nos dejaron ver del puerto de Ostia no apareció el agua en ningún momento. Por los mosaicos con temas marineros que había por todas partes, el agua estaba cerca. O lo había estado. Y que aquello tenía la pinta de haber sido una buena parada para el comercio, el fornicio y la expansión. Muchas capillitas y un cementerio de lo más respetuoso y cuidado, sí, pero tenían su cine, sus burdeles, su lonja, y unos pinares que daba gloria de verlos y pasearlos. Ah, y un espléndido laurel junto al cine que decía antes (vale, el teatro: véase Cuaderno de Roma 5). Los laureles que tanto prodigaban los romanos en coronitas y premios a sus poetas, aurigas y próceres victoriosos... Desde Madrid, damos hoy las gracias al Puerto de Ostia, a los romanos y al laurel mismo por las cinco hojas cinco que robamos y guardamos furtivamente en la guía turística con la ilusión criminal de hacernos unas lentejas a la vuelta. Lentejas imperiales. Qué ricas salieron, "ostia"... Y en lo que respecta a la Puerta de Trilussa, sólo añadir que el lugar se daba cierto aire a la Plaza del 2 de Mayo de Malasaña en su hora feliz más sociable, cordial y digestiva.

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