domingo, 14 de agosto de 2011

NOCHEVIEJA EN AGOSTO

Me pasa que hay un punto de no retorno en el verano, impreciso pero cabal año tras año, en el que me sobreviene la Nochevieja. O alrededores. Me cae encima como un gorro de lana. De repente noto ese mismo aire de decadencia generalizada y tengo que buscar como loco dentro de mí el venero de luz propia, personalísima, que suele sacarme de todas las fiestas no deseadas, una especie de antídoto contra la confluencia babosa de los veranos pasados (incluyendo el presente, ya agónico), y mi reclamo de patos para el futuro... No es que se me encienda el culo como a las luciérnagas, pero parecido. Me puede ocurrir a las doce del mediodía o a las cinco de la tarde, generalmente a mediados del mes de Agosto. El gorro de lana. Un hachazo en el calendario y a partir de ahí otra cosa, justo después de esa descarga de euforia insensata con el culo encendido y una posterior, inevitable y exquisita melancolía, de escaparate de joyero portugués fino... Ahí es cuando me convierto en el gurú de Lola Flores, el del memento mori en un chiringuito. Tela, lo mío. Y reniego de las horas de la molicie sin escribir la obra maestra, el populismo de los gintónics, la grosería de las motos de madrugada, los bikinis explícitos, la lujosa concavidad de esos cráneos que suenan en la tele como cencerros de yate, el esplendor en la arena de cientos de pollos asados a cuarenta grados, el Strauss de temporada, las gotas de sudor en la portada del periódico famélico, el olor a congreso de sobacos en el aire, el aburrido y repetido sacrificio turístico de un equipo de sardinas en forma de delantera de futbolín, la felicidad en todas sus manifestaciones molestas: el griterío, la promiscuidad, la ostentación, la facilidad, el roce... Todos los síntomas de Nochevieja, como queda dicho. En ese fulgor de lucidez (generalmente a solas en un chiringuito concurrido) siento la brisa con olor a bronceador de los propósitos para Otoño nuevo: la gran novela, la gran actitud, el gran despertar, la Vida Noble, el Esfuerzo, el Empuje, la Fuerza, la Garra... Yo en Lola Flores, como se ve, y tallada en granito, la mirada terrible del numen primitivo que es Septiembre sobre mi gintónic en la mesa de plástico... Ya digo que mi reacción suele ser idéntica año tras año. Euforia. Melancolía fina... Y que se me enciende el culo en metáfora. Siempre los mismos ojos desorbitados de Lola Flores mirando el futuro (la fuerza, la garra, el empuje) cuando le grito al camarero que otro gintónic, por Dios. Y que pase pronto la puta Nochevieja de Agosto.

1 comentario:

  1. "melancolía: escaparate de joyero fino portugués"...hay más metáforas hermosas en tu texto, pero esa está bordada en oro, amigo.
    Este texto se merece ser difundido.

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