viernes, 25 de mayo de 2007

LAS EXTRAÑAS AVENTURAS DEL TURBIO NIÑO MATOMUERO (29)



Yo no soy yo.
Los espejos son mentira.

Soy los tanques y los caballos y el aire negro del medio.

Soy este odio calmo.
Las ganas de haber vivido.

Y nunca, nunca, mis nombres, mis apellidos,
mi horror sabido.

Lo tremendo es estar a esta hora pensándote.
A ti, mi semejante. Ese honor que te doy.

Tú, que has matado.
Tú, que me persigues para saberte.
Tú, cerdo, mi amado prójimo.

Dame esas manos.
Dámelas.

Con ellas haré que te acaricien desde muy lejos.

Para que sigas matando.

Para que sigas queriéndome.

Para que notes la PALABRA
amor en tus ojos.

Ese insecto blanco y ligero en tus ojos.

Oigo violines y todos mis equipos de música están apagados.
Quizá muera, entonces.

Oigo recuerdos y todos mis equipos de música están apagados.
Quizá muera, entonces.

Cuatro patas para una mesa.
Cuatro puntos cardinales para que Dios nos pase un paño.

Qué más da escribir
Porque llueve o porque matas.
Lo único necesario es tener una mínima posibilidad de cielo.

Y dinero.

Pasta para decir “alumbre”
Con el esternón graciosamente inclinado
Como un meñique.
O decir “mierda”
Con el esternón graciosamente inclinado
Como un meñique.

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