
Feliz la arruga curva del cuello de los estúpidos cisnes
Feliz el dedo tibio de cubata caliente midiéndose terminado abajo
Feliz el tirón mecánico del vagón mecánico que conmueve sólo a un pasajero
Feliz el tenue silbido que pasa por las mallas verdes de los andamios
Felices mis dedos mirándome de reojo en el teclado preguntándome
si hemos terminado
o no
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